En un contexto como el de mi
provincia, donde las manifestaciones artísticas en general están empezando a
tener lugar y difusión, de forma lenta pero efectiva –y roguemos que
perdurable-, se presenta una cuestión que nos remite a los fundamentos del
arte. En nuestro medio, ante una producción variada de obras artísticas, se
suele cometer la torpeza de eludir todo tipo de actividad crítica con esas
producciones. Para ser más precisos, ¿todo lo que la juventud escribe con
aspiraciones literarias “está bueno”? ¿Por qué está bueno todo? ¿Toda la música
producida es en estos tiempos es admitida sin más cuestionamientos?
Desde la música me interesa
particularmente una discusión que divide las aguas en este ámbito. Estamos en
una época prolífera de “bandas tributo”. El término en sí sugiere –obviamente-
que las bandas que se autodenominan “de tributo”, realizan un homenaje a un
artista determinado, reproduciendo su música. En nuestro ámbito local tenemos
bastantes ejemplos de estas bandas signadas por esta condición. La inquietud
que surge respecto de esta forma de trabajar la música es acerca de cuán dignas
de valoración son las bandas de tributo. Existe cierta tensión entre los
músicos que ejercen la música “prestada” de otros artistas y llevan adelante
bandas de tributo, y los que producen sus propios temas.
La actividad del músico de
tributo se encasilla en la reproducción precisa de las canciones de algún
artista. El mérito es grande si consideramos la complejidad de la música que se
intenta reproducir. Pero, ¿no es esto solamente una mera actividad memorística,
o de simple lectura de algo ya escrito e inmutable? Esto nos permite considerar
que aquellos que ejercen este tipo de actividad musical, son solamente músicos
de oficio.
De tal manera, el término
“banda tributo” gana cierto carácter peyorativo y de desprestigio entre los
músicos, por lo que es común escuchar “esos
no son músicos” en referencia a las bandas tributo.
¿No resultaría más conveniente
rendir el homenaje buscado, no reproduciendo exactamente la música del artista
que admiramos, sino reescribiendo la canción, aportando nuestra perspectiva
personal, nuestros propios conocimientos musicales?
Si uno revisa la discografía
de muchas bandas –a nivel nacional, e internacional- se encontrará tarde o
temprano con la “reversión” de un
tema de otro artista. Pongamos ejemplos: Soda Stereo versiona el tema “Trátame suavemente” de Virus. La Renga
nos sacude con una versión pesada de “Hey
Hey My My” (Neil Young). Charly García da cuenta de una excentricidad
sonora en “Ticket to ride”. A nivel
provincial, Pirámide de Paranoia se anima con “Mejor no hablar de ciertas cosas” de Sumo…y así podemos armar un
extenso catálogo. El punto es el siguiente: el tributo u homenaje siempre está
presente en el músico que, en el camino de su propia producción artística mira
de vez en cuando hacia arriba, a sus artistas mentores, y re-produce alguna
canción del repertorio admirado.
Por lo cual quedaría clara
la distancia que se establece entre quienes dedican su actividad a la mera
reproducción de la música de otros con la bandera de “banda tributo” y los que,
produciendo música nueva, tributan y homenajean revolviendo un poco el caudal
de canciones, y aportan una nueva visión de los temas.
Esto nos sugiere indagar
cuál de los dos grupos sería realmente el artista más genuino. Lo que sí
podemos aseverar, es que encabezar una banda tributo no pareciera ser la mejor
carta de presentación en el ámbito musical…
Para ilustrar este artículo, dejo el enlace de la siguiente entrada: